Si tienes hijos, la
situación se torna más difícil, ya que existe presión extra para conseguir la
plata destinada a solventar las necesidades del retoño. Si cuentan con una
pareja con la que se dividen los gastos, mucho mejor, aunque esto no es
garantía de seguridad, porque los sueldos de hoy en día no tienen nada de
decoroso y no te permiten conservar la dignidad que tenías antes de ingresar a
ese empleo por el que vendiste tu alma. También están los fungen como madre o
padre soltero, y aquí la responsabilidad y la presión aumenta a la millonésima
potencia.
Buscar trabajo es una
de las actividades más estresantes y decepcionantes que forman parte de la vida
de un ser humano en edad laboral. Puede hacerte dudar de tus capacidades, de tu
elección de carrera, de tu sexo o de existir. Si creen que exagero, permítanme
mencionar unos ejemplos.
1. Envías
tu currículum a un reclutador de alguna empresa que pide determinados
requisitos, así que te llaman porque supones que previamente le echaron un vistazo
a tus datos. Acudes a la entrevista y te dicen que no cumples con el perfil.
2. Mandas
nuevamente tu currículum (a otra empresa, claro), te llaman para entrevista.
Desde que el reclutador te ve, sabe que no “encajarás” y te miente diciendo que
acaban de ocupar la vacante. Y te cuestionas: “Pero si me llamó, es porque
están en proceso de reclutamiento, ¿o no?”.
3. Estás
demasiado capacitado para realizar ciertos trabajos…O eso suponen los
reclutadores. O por el contrario, no cuentas con nada de experiencia y esto se
debe a que en ocasiones aplicamos a ofertas en donde no se pide gran cosa de
requisitos, no es tu giro, pero necesitas el empleo. Y no puedes creer que se
le dé preferencia a un chico o chica de 20 años con educación trunca (sin
ofender a nadie) porque tiene el perfil y la experiencia que buscan. La
licenciatura, maestría o diplomados no sirven de mucho en esos casos.
4. Te
llaman de un trabajo que suena bastante prometedor, así que te motivas y vas a
la entrevista a las 7 de la mañana. Vas de buen humor y no te molesta que te
llenen de 10 exámenes de matemáticas, traducción, lectura y comprensión,
historia, geografía, etc. La de recursos humanos te explica en qué consiste la
labor y ese rollo. Hasta aquí todo parece marchar bien. Luego te informa que pasarás con la gerente de recursos humanos y
resulta ser una persona que descalifica toda tu trayectoria laboral, e incluso cuestiona
tu vida personal. Por si eso no fuera suficiente, te dice que aún faltan 20
entrevistas con cada uno de los socios de la empresa que esperan que seas
políglota, traigas el café caliente y que no tengas necesidades fisiológicas,
como dormir, por ejemplo.
5. Olvidé mencionar antes un punto muy
importante: Casi nadie está dispuesto a enseñarte, instruirte, capacitarte o
como le quieras llamar en algún área en la que no tengas experiencia. Para eso
son los empleos, ¿no? Y es que sucede algo súper curioso: Los reclutadores
solicitan amplia, vasta, extensa, infinita experiencia y conocimiento en todo
lo habido y por haber. Si no cuentas con
conocimientos, experiencia y mundo, pasas a ser desechado como pañuelo de
gripiento y continuarás en la extenuante búsqueda hasta que alguien se digne a
contratarte ¡en lo que sea! Porque además, el camino del conocimiento incluye
un salario que apenas te permite pagar tus pasajes.
Nadie tiene por qué
cuestionar tus elecciones. Ignoran o prefieren no saber, que la necesidad te
orilló a trabajar en algo ajeno a tu carrera y cuando quieres retomar el camino
del bien, te excluyen y tachan de poco redituable o inadecuado.
Parecen historias de
terror, pero son realidades palpables. Y la necesidad de contar con un ingreso
es vital, sin embargo, la gente renuncia a sus sueños, crecimiento y
satisfacción por una paga algo miserable, o sucede que cuando su trabajo es muy
bien remunerado, deben soportar malos tratos y una carga de estrés que nadie
quisiera tener. Aquí sí aplica la frase de “desquitar el salario”.
Bien me dijo una amiga:
“Los de recursos humanos pueden no tener idea, pero son los que tienen la
última palabra.” Entonces, ¿en manos de quiénes estamos? Quiero pensar que
ustedes también han visto ofertas de empleo que se publican con sendas faltas
de ortografía. Sin comentarios.
¿Sabían que en nuestro
país casi no contamos con días feriados? ¿Sabían que somos de los países que
más trabajan y que no reciben una adecuada remuneración por ello? Es como si
nos programaran para odiar el trabajo, como si fueran labores forzadas. Todos
los días levantarte a la misma hora, hacer corajes rumbo al trabajo (porque el
traslado es parte de tener un empleo), hacer corajes en el trabajo, salir de la
oficina, llegar a casa, dormir y todo se repite nuevamente.
Sé que suena
deprimente, pero ésta es la vida de millones de personas. Y sé que muchos
dirán: “Pero tienen la fortuna de contar con un empleo.” ¿Pero a qué precio? La
cultura laboral moderna no es nada fácil, no es algo que contribuya al mejoramiento de la calidad de vida del ser
humano. Y no me hagan hablar de temas como la esclavitud, la explotación o esos
rubros tan decadentes que acompañan a la palabra “trabajo”.
No hay fórmulas mágicas,
ni frases motivacionales ni milagros que nos consigan el empleo perfecto,
aunque sería maravilloso que no tuviéramos que pasar por los horrores de las
entrevistas laborales y los engorrosos procesos de selección.
Sean fuertes, ¡no se
dejen! Nadie les está haciendo un favor. Tampoco se adornen con flores falsas,
porque tarde o temprano los descubrirán. Si quieren algo, sean constantes pero
no dejen que abusen de su disposición y necesidad. Están advertidos.
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