¿Qué es el terror sino la
fascinación por lo desconocido, lo oculto?
En meses como lo
son octubre y noviembre, y en un país tan devoto de la muerte como lo es
México, es la mezcla perfecta para comenzar a coquetear con el miedo.
Nuestras
tradiciones, desde sus raíces, guardan una gran relación con lo místico, lo
oculto, lo prohibido. Somos una cultura que se construyó a base de leyendas,
cuentos y mitos y todos con la muerte como protagonista, tal vez por eso en
nuestra cultura rendirle tributo a los muertos nos parece una tradición con
tintes poéticos, mientras que para un extranjero la belleza de nuestra
festividad es fascinantemente tétrica.
Es verdad que
somos un país lleno de colores y una cultura llena de matices, todo en nuestra
región tiene un significado y una razón de ser, simplemente somos ricos en
simbolismos y significados, para muestra basta un botón y en este caso es el de
la flor de cempasúchil, somos la única cultura en el mundo que tiene una flor
de muertos. Ésta simboliza la vida que nace de la muerte.
Para los Mexicas la muerte
era sólo un paso para continuar con la vida pero de una forma distinta.
La leyenda que gira en torno al
Cempasúchil es tan rica como la festividad para la que se utiliza. Cuenta la
historia que en Maninalco -Ubicado en San Juan Evangelista, Nueva Evangelista
en el municipio
de Teotihuacán- al morir alguien, los familiares adornaban la tumba con ramos
de pequeñas flores amarillas llamadas Tonalxochitl, pues se creía que estas
flores poseían la habilidad de guardar en su petalos el calor de los rayos del
sol.
Los Mexicas al pasar
por el valle de Malinalco- En el sur del Estado de México, a unos 65 km. de la
Ciudad de Toluca. Limita al norte con el municipio de Joquicingo, al noreste
con Ocuilan; Tenancingo al noroeste y al sureste el Estado de Morelos- adoptaron
esta tradición, pero la flor Tonalxochitl se les hizo demasiado pequeña y
sencilla para ofrecerla a sus difuntos. Así que buscaron transformarla en una
que tuviera más pétalos, tras mucho tiempo y varios intentos consiguieron
juntar, en una sola, veinte de aquellas pequeñas flores que hallaron en
Maninalco.
A su creación le
llamarón Cempasúchil que significa “veinte flores”.
Otro gran símbolo
dentro de nuestras ofrendas son las calaveras de azúcar. El cráneo humano,
tiene diferentes connotaciones a nivel internacional pero a diferencia del
terror que imparte en el mundo, en México, es simplemente una dulce ironía. Una
sátira a la muerte.
Este delicioso
chiste, tiene su origen en las deidades de nuestra mitología, específicamente
en aquellas que poseían o se representaban con calaveras, como la Coatlicue, la
madre de todos y de aspecto cadavérico; Miquiztli, dios de la muerte;
Mictlantecuhtli, señor de las profundidades de la tierra -destino para todos
aquellos que morían de causas naturales- y su esposa, Mictecacihuatl, ésta
última era conocida como la "Dama de la Muerte" y por tanto era la
diosa que presidía las festividades que estaban dedicadas a la conmemoración de
niños y parientes fallecidos.
Las calaveras a manera de
ofrenda, se remontan a una práctica que se hacía en el Templo Mayor, en el
Tzompantli -una especie de valla de madera- donde se exhibían los cráneos de
las personas sacrificadas con el fin de honrar a los dioses. El nombre de este
altar proviene de las palabras nahuas "tzontli" significa cráneo y
"pantli" que significa hilera, de esta forma tzompantli significa
"Hilera de cráneos". Con la llegada de
los españoles y los plantíos de azúcar; las calaveras dulces fueron el
resultado final, después de años de aculturación española.
Por otro lado
tenemos el pan de muerto tan típico de nuestros festejos en torno a la muerte
como rico en historia.
La leyenda más antigua en torno a
la creación del pan se remonta al sacrificio de una princesa azteca, la cual
por su belleza y temple fue ofrecida a los dioses. El corazón de la noble fue
introducido en una olla con amaranto para después ser mordido por el sacerdote.
De esta forma se le agradecía al dios la belleza y riqueza del pueblo, así como
el fortalecimiento de los guerreros.
Con la llegada de
los españoles y por ende de un período de dominación, se comenzó a elaborar un
pan de trigo en forma de corazón que era adornado con azúcar pintada de rojo
para simular la sangre de la doncella.
Una historia
paralela a la anterior nos cuneta que existía un pan compuesto por semillas de
amaranto molidas y tostadas, que se mezclaba con la sangre de los sacrificios
que se ofrecían en honor a Izcoxauhqui, Cuetzaltzin o Huehuetéotl.
La tercera versión
de la historia cuenta la fabricación de un Huitzilopochtli de amaranto, al que
se le introducía un pan en forma de corazón en el pecho. Durante los festejos,
se le introducía al ídolo una especie de pica para retirarle el corazón.
Después éste pan se repartía entre el pueblo.
El significado,
del que hoy en día conocemos como el pan de muerto, es muy sencillo el círculo
que se encuentra en la parte superior representa el cráneo, las hileras de los
costados son los huesos y el sabor a azahar -Flor de naranjo- es para recordar a
los difuntos.
Comer es un placer
y más en nuestra cultura, tan llena de colores, sabores y texturas, el “comer
como los dioses” es la expresión perfecta para denotar la fuerza y la
importancia que tiene la comida en nuestra cultura.
A través de nuestras historias y
leyendas siempre nos hemos burlado y desafiado a la muerte, comiéndola.
Porque donde todos
ven llanto nosotros vemos risas, donde la gente ve tristeza nosotros vemos
alegría, donde hay sufrimiento nosotros tenemos placer. Creamos rimas para
reírnos de la muerte. Regalamos calaveras con el nombre de la persona escrito
en la frente a manera de sátira, dejamos toda una mesa puesta para que nuestros
difuntos puedan venir a saborear un banquete con las delicias que en vida
disfrutaban. Arreglamos cementerios y marcamos el camino a nuestras casas. ¿A
caso existe una cultura más barroca que la nuestra? ¿Existe alguna otra cultura
feliz de festejar la muerte? Somos alegres, somos bromistas, somos fiesteros,
somos adoradores de la muerte.
Marie Blanche
@ferblanche
Dulcemente ácida, multimillonaria en entrenamiento,
considerada el tesoro del periodismo en 25 kilates,
la joya de la corona informativa… ah también soy humilde.
Bravo! Vivan los dulces
ResponderEliminarBravo! Vivan los dulces
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