Esta mañana escuché una noticia sobre los gastos “a
discreción” en los que incurrieron nuestros queridos senadores. Fueron cerca de
cuatro mil millones de pesos invertidos en… quién sabe qué y para qué. Porque, en México, la transparencia se limita
a los gastos públicos y, nosotros, los ciudadanos, sólo podemos reclamar sobre
aquello que se ve. ¿Qué derecho tenemos de preguntar por el dinero público que
gastan “a discreción” en algún gustito?
El 15 de mayo de 2015, Exelsior publicó un artículo en el que recalca que ¡nadie sabe cuánto gana un senador! Su salario varía y, hasta el momento, se registran nueve montos diferentes que van, desde los ¡33 mil pesos, hasta los 236 mil pesos mensuales! Si estos lacras buenos para nada ganan un salario de primer mundo por presentarse seis horas a hacer de todo menos trabajar en el bienestar de los mexicanos, y, por si fuera poco, toman de las arcas de la nación para pagar viajes a Europa, bocadillos extremadamente caros y desabridos, automóviles, Tablets, etc. ¿Por qué siguen siendo nuestros representantes? ¿Por qué una bola de gandallas estúpidos, con trajes de chanel, son los que deciden el uso de nuestros recursos?
Mi molestia e indignación sobrepasan mis niveles de
tolerancia, Es increíble que en la actualidad, y a pesar de que la libertad de
expresión ya tenga un lugar gracias a las redes sociales, aún sigan sin castigo
los funcionarios públicos que abusan de su condición representativa. Pero, lo
que me intriga sobremanera es ¿Acaso los funcionarios no sienten vergüenza por
sus acciones? ¿No sienten remordimiento
por robar a la gente que, con cincuenta pesos diarios, debe alimentar a su
familia? ¿No les genera dolor saber que hay mexicanos que no comen en días,
porque no tienen con qué pagar los altos costos de alimentos? ¿No les causa
congojo arremeter contra el pueblo que confió en ellos? ¿Su familia no se avergüenza
de que un corrupto abusivo sea parte de su árbol genealógico? ¿Pueden mirar a
sus hijos a los ojos y pedirles que sean “buenos chicos”, que obedezcan, que se
porten bien, que cumplan con sus tareas? ¿Pueden ver a otro mexicano sin sentir vergüenza por robarle el dinero y
el futuro? ¿Tienen amigos a pesar de sus acciones despreciables?
Querido ciudadano, si los senadores han olvidado lo que es
la vergüenza, ha llegado la hora de que lo recuerden. Cada vez que veas a un
funcionario público corrupto, grítale “ladrón, ¿no te da vergüenza saquear a tu
patria?”
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