A diario podremos quejarnos de todo aquello que pareciera ser insoportable para el ciudadano mexicano: que si hay mucho tránsito, que si hace mucho calor, que si ya se inundó la calle, que para qué separar la basura, que la corrupción, que las mordidas, que la falta de educación, que tenemos instituciones nefastas, que el huevo ya subió, que la vecina es una chismosa, que no hay empleo, que ya no se puede confiar en los amigos, que los costos de las colegiaturas cada vez son más altos, que ya asaltaron un pecero, que el bache ya acabó con la llanta, que ya no habrá seguro médico, que si los San Juditas llenan el metro aromatizándolo a "mona", que los narcos siguen cavando para llegar lejos, etcétera, etcétera, etcétera, cientos, miles de quejas podremos tener a diario de lo que vivimos como mexicanos, sin embargo, hemos sido redundantes al quejarnos y quejarnos aceptando y nada más que eso, la triste realidad que nos tocó vivir.
La falta de esperanza y de fe ante nuestras posibilidades de ser mejores ciudadanos e individuos, nos ha conducido a mal creer que para acabar con los males del mexicano, primero habríamos de cambiar al sistema, habríamos de echar una bomba a todos nuestros diputados y líderes políticos. Pareciera que su labor de hacernos incompetentes y faltos de poder para cambiar nuestra realidad ha sido exitosa.}
Cada día se reproducen los zombies caminando por las calles, hay quien de plano ya no llega a la queja. Nos quedamos en la inercia, en la triste aceptación, en el enojo, en la impotencia, pero nada más.
Cada día se reproducen los zombies caminando por las calles, hay quien de plano ya no llega a la queja. Nos quedamos en la inercia, en la triste aceptación, en el enojo, en la impotencia, pero nada más.
Alguien tiene que hacer algo para acabar con todo ese esmog ideológico del "así son las cosas y es imposible cambiarlas". Nos urge un terremoto mental, algo que sacuda realmente las falsas ideas que a tan alto costo nos han vendido. No se trata de sólo llenar de pancartas y gritos las calles de la ciudad, no se trata de reproducir más de lo mismo. Nos urge reprogramarnos para volver a creer, no en la política, no en la economía, no en las instituciones, nos urge volver a creer que cada individuo poseemos el poder de cambiar y conseguir aquello que realmente rompa con las realidades falsas que hemos fortalecido.
Cada mexicano posee el poder de ser diferente cada día, teniendo la capacidad de, para empezar, cambiar su forma de pensar, para después poder concretar todo en el actuar.
No podemos seguir pensando que las cosas jamás serán diferentes, no podemos resignarnos a que sólo unos cuantos nos manejan como marionetas, no podemos darles más ese poder que ni siquiera es posible oler. Mexicano, mexicana, dejemos ya de ceder la responsabilidad al otro, es más fácil dejar de creer que hacer, asumir, actuar para provocar una pequeña diferencia que realmente genere ya no el poder arriba, si no el poder equitativo, el poder individual que favorezca no a uno ni a unos cuantos, que nos favorezca a todos. Asumamos nuestro poder.
Cada mexicano posee el poder de ser diferente cada día, teniendo la capacidad de, para empezar, cambiar su forma de pensar, para después poder concretar todo en el actuar.
No podemos seguir pensando que las cosas jamás serán diferentes, no podemos resignarnos a que sólo unos cuantos nos manejan como marionetas, no podemos darles más ese poder que ni siquiera es posible oler. Mexicano, mexicana, dejemos ya de ceder la responsabilidad al otro, es más fácil dejar de creer que hacer, asumir, actuar para provocar una pequeña diferencia que realmente genere ya no el poder arriba, si no el poder equitativo, el poder individual que favorezca no a uno ni a unos cuantos, que nos favorezca a todos. Asumamos nuestro poder.
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