Para mí, los días en los que no tengo nada que hacer son pocos, de verdad, muy pocos.
Mi mayor anhelo al llegar el fin de semana es un día en el spa acompañado con frutas y champagne, sin embargo, ese sueño sólo vive en mi imaginación; ya que en el mundo editorial siempre, siempre, sale algo de última hora que requiere atención.
Si bien me va, terminó el día con el ánimo suficiente de tomarme una copa de vino tinto, meterme a la cama y ver una película del Hollywood antiguo o algún programa de humor mordaz.
No obstante, en uno de mis ajetreados días, mientras "scroleaba" la pantalla de mi celular para ver "las noticias de Facebook" me di cuenta que una de mis antiguas compañeras de escuela había sido mamá.
Evidentemente me metí a su perfil para enterarme de todo, pues bien, para mi sorpresa mi compañera había sido madre por segunda vez, y no sólo eso, si no que entre sus amigas (también compañeras mías) había madres primerizas, madres por ser, madres de tres y madres solteras, en pocas palabras, madres… ¡de a madre!
Cabe resaltar que el matrimonio y los hijos nunca han sido mi prioridad, ni mi meta de vida, pero ese mini "shock de realidad", si se puede llamar así, me desconcertó.
¿¡Es que todos están teniendo hijos!?, ¡¿acaso hubo una invitación a repoblar el planeta y yo no me enteré?!, ¡¿qué diablos está pasando?!
Entre más buscaba y me adentraba en las profundidades de lo que al parecer llevaba años sucediendo sin que yo me percatara, descubrí compromisos, próximas bodas, nacimientos, aniversarios de matrimonio, baby showers, bautizos. Definitivamente aquello era una ventana a un universo paralelo en el que, aparentemente, todas y todos eran felices, y yo, yo era la solterona que sostenía una copa de vino en las noches y me dormía con mis gatos.
Llegue al trabajo llena de pensamientos ilógicos e irreales, que por fortuna se disiparon cuando comencé hacer lo que sé hacer mejor: enojarme y mandar.
Esa semana, tomé mi celular y retomé amistades perdidas, en buena parte para saber si yo era la única que se acababa de enterar de todo y si, claro, era la única sobreviviente de aquel tsunami de compromisos.
En una llamada que duró a penas un par de minutos descubrí que había roto una de las primeras reglas del periodismo: desconfía de todos y de todo.
Si bien, muchas de nuestras compañeras se habían casado y habían tenido hijos a la velocidad de la luz, también era cierto que muchas se estaban divorciando, otras no tenían ni para biberones y algunas estaban hartas de las fiestas infantiles y añoraban poder ir a comer o al cine sin escuchar gritos y llanto todo el día. Facebook no mostraba toda su realidad, ni las cosas como eran, solamente lo que ellas y ellos nos dejaba ver. Me sentí burlada y tonta.
Cuando colgué con mi amiga tenía sentimientos encontrados, estaba feliz por aquellas que viven un cuento de hadas, desanimada por aquellos que se casaron en enero y se divorciaron en mayo, pero convencida de que así es la vida, con altas y bajas, y con una enorme gama de colores. Nada es del todo blanco, ni del todo negro.
Ese día me fui a dormir liberada de aquel universo en el que todos eran ridículamente felices, cargue a mi gatita, la miré y le sonreí. Mi lado más obscuro se alegró de que dentro de mis responsabilidades aún no estuviera cambiar pañales.
Marie Blanche
@ferblanche
Dulcemente ácida, multimillonaria en entrenamiento,
considerada el tesoro del periodismo en 25 kilates,
la joya de la corona informativa… ah también soy humilde.
definitivamente agridulce.
ResponderEliminarMe encanto tu forma de narrar las cosas cruda y cierta, más aventuras asÍ por favor.
Felicidades
Fer felicidades! Me gustó mucho jajajaja
ResponderEliminarMuchas gracias mija!! :*
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