IGUALDADES

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Payasito de crucero, vendedor de la micro, vagonero del metro, mujer indígena con el niño y su mercancía a cuestas, artesano regateando con el turista, desempleado con mochila al hombro que rueda por las calles en busca de una oportunidad o trabajador que sufre injusticias en su diario esfuerzo, soy igual que tú.

Sólo que a mí me viste la ridícula sonrisa, el peinado perfecto, la ropa de oficina, el rímel y el lápiz labial, los tacones, el bolso en la mano, un papel que pretende resumir lo que ha sido mi vida los últimos años; todo, todo para quedar bien con el reclutador o reclutadora que nada sabe de mí, de mis luchas, alegrías y sufrimientos; que, impiadoso, descarta mi mucho o escaso talento sobre una pila de otros papeles iguales al mío.

Te entiendo, payasito de circo, porque tu sonrisa desgastada bajo el rayo del sol ya no puede ocultar la mueca de frustración que parece defecto en tu maquillaje. 

Me dueles, vagonero del metro, vendedor de la micro, mujer indígena con el bulto y el hijo a cuestas, artesano regateando con el turista: la indiferencia de los ojos que miran sin observar, el egoísmo de los oídos que oyen tu pregón sin escuchar, las manos cerradas por pobreza, egoísmo o cansancio a tu petición, son los mismos ojos, oídos, manos que han levantado un pedestal de abusos y humillaciones en mi contra, que han azotado la puerta frente a mi rostro, negándome la oportunidad de réplica.

Siento tu cansancio y desesperación, desempleado con mochila al hombro, trabajador maltratado, porque se me ha negado el reconocimiento a mi cansancio, despreciado mi talento como un trasto inútil, menospreciado mis esfuerzos por crecer ahí donde la vida me ha puesto.

Tal vez crucemos miradas algún día, payasito de circo, vendedor de la micro, vagonero del metro, mujer indígena con el niño y la mercancía a cuestas, artesano regateando con el turista, desempleado con mochila al hombro que rueda por las calles en busca de una oportunidad o trabajador que sufre injusticias en su diario esfuerzo; tal vez, pero no te reconocerás en mí sólo porque visto traje sastre, uso maquillaje, llevo papeles en la mano, calzo tacones, sonrío estúpidamente y finjo para aparentar que soy más valiosa que mi prójimo, que soy yo quien merezco un lugar en esta injusta cadena de dinero y competencia inhumana.

Yo no soy superior a ti, soy tu espejo. En mi cuerpo, en mi vida, se reproducen la injusticia, el hambre, la humillación, el maltrato y las burlas de un sistema que nos consume como una más de sus mercancías, pero también tu necia perseverancia para no rendirte, el rostro en alto frente al dolor, las manos que se abren incondicional, incansablemente para darse pese a su ancestral agotamiento, el afán de ser, estar y creer en un mundo que se nos niega, y al que buscamos el rostro todos los días.


Unknown

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