¿ME? HUMAN










Alma Carbajal Guzmán.



El hombre nunca sabrá el alcance que tiene sobre su propia humanidad, será él mismo quien se encargará de hacerla caer. Aquí entramos en el tema de cómo se distribuyen las libertades de un individuo, cosa que aparentemente puede resultar clara para unos, para otros las dudas permanecen, y aún por encima de cualquier escala social, nos podemos dar cuenta que la libertad general no está bajo una jurisdicción sensata y humana.



Si bien el cuerpo humano y su estructura neuronal son una maravilla, hay quienes lo han llevado al límite de su capacidad, y no porque el siglo en cuestión lo exija, sino que la propia sociedad se encarga de suministrar esta presión persistente, la de ponernos bajo la lupa sociológica a todos y cada día de nuestra existencia.




Las presiones son autoimpuestas o sugeridas como marketing barato, las seguimos sin dudar; porque se busca una aceptación a fondo en impresiones vacías – y aquí cabe la gente que de una u otra manera cae en las provocativas garras de la comuna – que en principio se rechaza, sin embargo el veneno es exquisito, añade al sentido humano algo irreal, que termina siendo difícil de entender hasta por la misma persona. Aquí el cómo, que genera la sociedad dentro de ciertos parámetros, para hacer a cada uno de nosotros individuos exitosos – si es que la meta de nuestros esfuerzos se concreta – aceptables, digeribles y en instancia final, opcionales más no incompletos, en la última de estas fases, regresamos al ciclo sin sentido, en las afueras de la particularidad sin importar las consecuencias.





¿Qué hacemos cuando las exigencias sociales y las exigencias implantadas desde que nacemos chocan con el sentido primordial de existencia humana? Podemos ver ambas situaciones de dos maneras, y aquí quiero resaltar que cuando el aguante ya no entra en nuestras cabezas recurrimos a diversas formas de evasión – drogas, sexo, trabajo, alcohol, por mencionar algunas – esta es una inclusión tragable para cualquiera de nosotros, y puntualizo, no tengo nada en contra de como la persona en cuestión se desinhibe, así como el porqué de sus razones. No obstante cuando se traba una mala relación con lo mundano sin fronteras, los ideales, y el cómo las personas entran en la estrategia de la estructura tóxica, nos deja con los pelos de punta; viendo nuestro papel dentro de un todo, vamos cuestionándonos a lo largo de la vida de los porqués, de no ser aquello que creímos, o esperamos ser; llegado a ese punto, es ahí donde el sentido propio de la libertad corre un riesgo, que no todo el individuo está preparado para afrontar de manera indivisible.





¿Somos acaso el resultado de un continuo experimento social, en que las definiciones interpuestas a través de los siglos, enriquecen tan poco al individuo que entra a ciegas al desconocido paraje de una perfección mutable, comercializada, e intercambiada en la escala de cada estrato social, o somos el esquema fallido de un concepto en aras de la modernización, incrédulamente formada por miles de años de deconstrucción?
El mismo modelo de sociedad impone estos métodos para ser más funcionales, para aguantar el ritmo de trabajo, la convivencia, la problemática interior y las innumerables causas individuales que pudiera tener una persona. Lo que trae a mi memoria la película de Scorsese, El Lobo de Wall Street, no son los excesos del personaje de DiCaprio (o de los permitidos por el sistema financiero per se) es más una preocupación por saber, al final de lo estrafalaria o triste que pudiera llegar a ser nuestra vida, que cuentan de nosotros mismos los remanentes del alma, qué queda al final.




Quizá jamás seamos agregados a la cadena con la que la sociedad suministra sus estira y afloja, porque somos más fragmentarios a medida que evolucionamos, que pensamos; y los avances humanos en parte podrían tener algo de autoría en lo que al exceso se refiere. La genialidad, el progreso, la libertad, son cuestiones que no debatiremos en sudor y sangre por lo que resta de los siguientes años, sin duda ese es trabajo de la imaginación.

Más allá del cuerpo y de las transgresiones de la mente ¿Tenemos idea de quiénes somos en realidad? Salimos y entramos en un sinfín de realidades, en las realidades de otros y cubrimos la nota a la “perfección”, el circo romano lo que produce es la sensación al pueblo de darle la última palabra sobre algo ya predeterminado.




Humanidad es una palabra difícil de definir – como muchas otras dentro del concepto de individualidad – pero creo que nos merecemos algo más que encajar dentro de la hueca e insabora inclusión social. Entre la existencia y los avances hay más de una fracción, de una idea absolutista de unidad, así como tenemos derechos y varían nuestras obligaciones, también tenemos una libertad que poco usamos, la de repensar lo que cada día acontece en nuestra vida.



Somos la mayoría, pero que la traba de un entendimiento autoimpuesto, no soslaye nuestra libertad desconceptualizada. La variante de humanidad la formamos en la particularidad, en tanto, como seres humanos, tenemos la resolución al cómo se sobre llevan las exigencias en la propia definición del ser.





Alma Carbajal

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